domingo, 12 de febrero de 2012

Los actores son así

     Tal vez lo recuerden. Es posible que, si lo vieran caminando por la calle, les sonara su cara. Probablemente no llegarían a reconocerlo, aunque lo mirarían, con fijeza pero con discreción, y pensarían algo así como "esa cara me suena" o "dónde habré visto yo a ese tipo".
     A él le gustaría, si así fuera. Los actores son así, en el fondo un tanto vanidosos.
     Nunca estuvo en Hollywood, no obstante, ni sobre una alfombra roja. Participó en un par de cortos, en papeles con texto, incluso. Uno de ellos hasta fue finalista en un concurso de jóvenes talentos cinematográficos que tuvo lugar en un pueblito cerca de Granada. Luego tomó parte en tres o cuatro castings, mandó cinco o seis currículos, hizo siete u ocho llamadas. Hizo de extra en una superproducción que terminó fracasando en taquilla. Nadie pareció darse cuenta de su participación allí, tal vez por su atuendo, el uniforme de los tercios de Flandes, que no permite distinguir con nitidez los rostros, especialmente sin son cientos y la escena dura cuatro segundos.
     Por fin le llegó su gran papel, dos capítulos en una serie de sobremesa que emitía una cadena nacional. Dos capítulos, ni más ni menos, con texto, con primeros planos. Su personaje tenía pensado, según los guionistas, desaparecer abandonando a la protagonista para reencontrarse con ella meses después. Esos meses, no obstante, no existieron, y los productores de la cadena cortaron la serie tras una caída apreciable en las audiencias, tal vez motivadas por un programa rosa, presentado por una ex-cabaretera, que había comenzado a emitir en la misma franja horaria una cadena rival.
     Luego fue olvidado. Ni los productores pensaron más en él, ni su agente le ofreció muchas más posibilidades. Aquellos dos capítulos no los había visto nadie, le dijo su agente, el cabrón, pero él sabía que no era así, que comenzaba a ser reconocido, lo notaba en la gente, por la calle, en la forma en que le miraban.
     A partir de ahí solo es posible especular. Por lo visto el tipo comenzó a pensar que la vida era una película, que vivía en un rodaje. Creó un personaje, él mismo, y comenzó a actuar según un guión, el guión de su vida, que debía de encontrarse en su cabeza o algo así. Saludaba a todos, hablaba con vehemencia excesiva, estaba claro que sobreactuaba. Él no pensaba así, desde luego. Incluso tuvo tiempo para crear una familia, para mantener un trabajo como dependiente, no él, claro, su personaje, o al menos de eso estaba él mismo convencido.
     Así que se creyó en una película, bastante aburrida, por cierto, hasta que decidió saltar desde el último piso de un edificio de oficinas. Es difícil discernir si quiso matar al personaje que creía ser o al actor que lo encarnaba. Tampoco se sabe si fue un ataque de locura ajeno a su psicosis o era la parte del guión que tocaba rodar aquel día. Su cuerpo reventado, esparcido sobre el asfalto, causaba conmoción y espanto, desde luego. Si estaba actuando, lo había bordado. A él le hubiera gustado que alguien se lo hubiera dicho. Los actores son así.