domingo, 26 de febrero de 2017

Museística

     En la pequeña localidad de Golmayo, a cinco minutos de Soria, el viajero ocioso puede visitar el que se ha dado en llamar "Museo de Curiosidades". El nombre puede parecer banal. De hecho, es probable que esa haya sido la intención de la familia que lo instituyó, que lo conserva y que lo regenta, No obstante, a poco que uno deposite sobre los objetos allí expuestos una mirada abierta y un espíritu sensible, percibirá la verdadera trascendencia de la colección.
     No es fácil catalogar el conjunto de la exposición, variada en su época, en su origen, en sus valores. Quizá el único punto en común, más allá de su valor histórico o artístico, sea algo tan subjetivo como su simbolismo.
     En el "Museo de curiosidades" de Golmayo, fundado en 1977, puede observarse, por ejemplo, el tapón de corcho de una botella de vino de Rioja utilizada para celebrar el advenimiento de la República el 14 de abril de 1931. Una fecha señalada, un objeto común. Con esa filosofía, el Museo acoge también una de las piedras que los romanos utilizaron para tender el puente sobre el río Golmayo, que da nombre al pueblo.
     Otros objetos a la vista son: una servilleta sobre la que Antonio Machado dibujó un garabato, un trozo de cerámica encontrado en un campo de labranza cercano y de origen desconocido, un yoyó que alguien dejó olvidado en una visita a las ruinas de Numancia, un mechón de pelo usado como exvoto en la ermita de San Saturio, una piedra pulimentada en época quizás neolítica...
     Objetos, en definitiva, que cobran la mayor parte de su valor cuando son recogidos con cariño; que adquieren su significado cuando se les presenta en público; que conmueven sólo a quien prepara su alma para acceder a ellos.
     Tiene por nombre el "Museo de Curiosidades". Podría llamarse, igualmente, el "Museo de los Objetos Perdidos". Perdidos en el tiempo y la historia. Hasta que alguien los rescató del olvido y los salvó de la desaparición. He ahí, en realidad, su verdadero valor.