domingo, 12 de febrero de 2017

Planes de futuro

     Ayer apareció Carlos en nuestra habitual reunión de amigos de los sábados por la tarde, después de una ausencia de más de un mes. No es extraño que alguien falle de tanto en cuanto a estos encuentros que, no en vano, sólo pretenden liberarnos, siquiera temporalmente, de una vida de compromisos y responsabilidades.
     Menos común es que Carlos no se hubiera puesto en contacto con nosotros en todo este tiempo para dar razón de estas ausencias. Le preguntamos la causa, preocupados por que pudiera tener algún tipo de problema.
     - Disculpadme -nos contestó. - He estado realmente ocupado  ajustando los términos de aquello que hablamos hace un mes.
     Le miramos con extrañeza.
     Él respondió con una mirada de mayor extrañeza aún.
     - Dijimos que íbamos a crear una sociedad secreta, una Logia. ¿De veras que no lo recordáis?
     Negamos. En verdad que nadie recordaba nada de aquello.
     - Pues vaya -dijo Carlos.
     Ante su evidente decepción, le pedimos que nos hablara de su trabajo, igualmente.
     Resultó que había creado, en efecto, una sociedad secreta, con sus estatutos, con sus miembros y con sus bases. Los miembros éramos nosotros, claro, al menos lo seríamos en cuanto firmáramos.
     - No tendríamos más que reunirnos, aquí mismo, donde siempre, como hasta ahora -afirmaba mi amigo con visible ilusión. - Solo que seríamos, además, una sociedad secreta.
     No salíamos de nuestro asombro, yo el primero.
     - Pero... -comenté. - ¿Cómo podemos ser una sociedad secreta si estamos inscritos en el registro de sociedades?
     - Ahí está la gracia... -respondió Carlos. - Nos he inscrito como "Sociedad de Amigos del Dominó". Por supuesto, el dominó es secundario, nosotros nos encargaremos de extender nuestro poder, influir en el mundo y guardar nuestro secreto.
     Yo no había jugado al dominó en mi vida, por supuesto. Los demás, tampoco. Respecto a lo de influir en decisiones de calado global, no lo veíamos nada claro. Excepto Carlos.
     - ¿Y cuál es ese secreto? -le pregunté escéptico.
     - ¿Tengo que volver a decírtelo? Ese secreto que nosotros sabemos, que nadie más sabe, que determinará el devenir de las sociedades como las conocemos, cuya revelación inmediata supondría un cataclismo sin precedentes. ¿Te parece poco?
     Le dije que me parecía absurdo, que no recordaba ningún secreto y que me estaba mosqueando su actitud.
     Carlos, entonces, se acercó a mí y me susurró al oído, una vez más, según él, el ínclito secreto.
     En ese momento todo cambió para mí, todo cobró sentido, comprendí a Carlos, las sociedades secretas, el dominó y el misterio. Mi objetivo en la vida, y el de mis amigos a partir de ese momento, sería guardar el secreto, que sería desvelado sólo en el momento en que el mundo estuviese verdaderamente preparado.
     Y, desde luego, para eso quedaba mucho...