domingo, 30 de septiembre de 2018

Cosas que aparecen tiradas en cualquier sitio

     He encontrado el conocimiento apoyado en una esquina, cerca de unos bidones de basura. Se ve que no tenían muy claro adónde tirarlo. El conocimiento no es vidrio, no es un envase, no es de papel o cartón, y, por supuesto, no es orgánico. Es más que todo eso.
     Lo he cogido con cuidado y me lo he llevado a casa, para tratar con él, para intentar acceder a sus mecanismos, a sus secretos. Lo malo del conocimiento es que al abrirlo descubres lo poco que conocías hasta ese momento. Un baño de humildad, como dicen. Lo bueno, por otra parte, es que necesitas toda una vida para adentrarte en él, para disfrutarlo, para rascar su superficie poco a poco hasta ir profundizando en su interior. No hay lugar para el desánimo o el aburrimiento. Una vida, o varias.
     Me pregunto quién sería aquél que trató el conocimiento como un desecho inservible y lo dejó abandonado en cualquier esquina. Alguien que prefirió, desde luego, olvidarlo que enfrentarse a él.
     Lo mejor no suele ser lo más fácil. Lo más fácil es tirar el conocimiento y tacharlo de inútil, o de dañino.
     Siempre se dijo que el conocimiento podía aparecer en cualquier parte. Últimamente aparece en los bidones de basura. Y la culpa no es suya. La culpa es de quien lo tira.