domingo, 9 de diciembre de 2018

Como caído del cielo

     Aquella mañana los vecinos de Tárbenas del Alamillo se levantaron llenos de inquietud. Algo había pasado durante la noche. Todos los vecinos habían oído aquel trueno ensordecedor y aquel terremoto que había sacudido los cimientos del pueblo.
     La mayoría se alzó de la cama resoplando: "¡Vaya nochecita!". "Afortunadamente", pensaban, "ya pasó...".
     No sería así, sin embargo. No solo no había pasado, sino que estaba por llegar.
     Quienes primero se asomaron a sus ventanas, quienes primero empezaron a comprender lo que había pasado, tragaron saliva con dificultad.
     Ante Tárbenas del Alamillo se habría un abismo insondable. Literalmente. Algo había caído del cielo y había creado un cráter que se abría ante el pueblo y cuyo fondo apenas se atisbaba a la vista de quienes, temerosos, se acercaban y se asomaban al borde.
     "Ahí abajo no se ve nada", dijo alguien. "No se puede, la  vista no llega tan abajo", respondieron.
     "Y ahora, ¿qué?"
     Todos se miraron dubitativos. Habría que acostumbrarse a vivir así. El pueblo tendría una nueva orografía, una curiosidad geográfica que atraería visitantes y, tal vez, prosperidad.
     "¿Y si...?", preguntó alguien. ¿Por qué siempre hay un "y si..."?
     "¿Y si qué?"
     Alguien tomó la palabra para hacer la gran pregunta. Si algo había caído del cielo, si ese algo había provocado ese cráter, ese algo tenía que estar aún ahí abajo... ¿no?
     La mayoría de los vecinos de Tárbenas del Alamillo guardó silencio. Algunos se pasaron las manos por la frente; otros resoplaron.
     Todos al tiempo sintieron ese incómodo hormigueo que recorre los cuerpos de quienes saben que están ante un todo o nada. Los próximos meses, semanas o días serían los mejores de sus vidas, o los peores...