jueves, 29 de agosto de 2019

El polvo del camino

     ¿Qué haces cuando llevas caminando lo que te parece una eternidad y ante tus ojos, al alzar la vista, se extiende el mismo camino, eterno, inabarcable? ¿Qué haces cuando las piernas te fallan, cuando el sudor se te mete en los ojos, cuando estás harto de comerte a oleadas el polvo del camino?
     Dime, sí, tú, dime, ¿qué puedes hacer cuando el camino se empina y las fuerzas fallan, cuando el sol es abrasador e inclemente, cuando quema tu espalda y evapora los ríos, cuando las cantimploras quedaron atrás ya hace mucho y los ánimos, parecer ser, quedaron con ellas?
     Pues está claro, oh, sí, creo que está claro. Lo único que puedes hacer es continuar, armarte de valor y poner un pie delante del otro hasta que el avance vuelta a recuperar el ritmo deseado. Porque ningún camino es infinito.
     O eso, o esperas con toda la paciencia del mundo a que pase algún coche y que el conductor, benevolente, te ahorre el via crucis y te acerque al puesto más cercano.