domingo, 19 de abril de 2020

¿Y si lo reventamos todo?

     Llevaba un rato hablándome de cosas banales. Yo lo escuchaba con atención, sobre todo porque me parecía divertido oír cómo se quejaba de su entorno, de lo que lo rodeaba, del mundo que, en sus propias palabras, le había tocado vivir. Yo pensaba que, en el fondo, no le faltaba razón, aunque me cuidaba mucho de responderle con tal vehemencia que pudiera llevarle a pensar que estaba dispuesto a colaborar con él. Sí que le asentía, de vez en cuando, más para que continuara hablando que como indiscutible muestra de acuerdo.
     En un momento dado, sin embargo, se detuvo y me miró a los ojos.
     - Oye, ¿y si lo reventamos todo?
     No supe muy bien qué quería reventar en concreto, pero se abrió la chaqueta y me enseñó una especie de aparato mecánico artesanal que se sacó de un bolsillo interior. La verdad es que el artefacto era de un tamaño considerable. Me pregunté cómo se metía eso en el bolsillo de la chaqueta, cómo no me había dado cuenta antes y desde cuándo lo llevaba, pero me abstuve de hacer ningún comentario al respecto.
     Le pregunté, sin embargo, si eso era una bomba, y me dijo que no. Que no, exactamente. Le pregunté qué quería reventar, y entonces, alzó la barbilla con orgullo y señaló a su alrededor, pero no a su alrededor cercano, sino a su alrededor de más allá.
     - Esto acabará con el mundo.
     Y sonrió.
     Le dije que no me apetecía mucho, que tenía otros planes. Creo que le decepcioné ligeramente, como si el haberle escuchado presupusiera indefectiblemente un sí a cualquier proposición.
     Allí le dejé, en cualquier caso, manipulando el artefacto. Mientras me alejaba, sentí cierta curiosidad por el funcionamiento de aquel inquietante objeto. Incluso, durante un instante, deseé que hubiera sido activado, solo para poder saber, en los instantes previos al fin del mundo, en qué consistía su apocalíptica amenaza.