Ya desde hacía un tiempo había quien propugnaba la llegada de una nueva verdad.
Primero eran pocos, y en voz baja; todos los miraban como si estuvieran locos, entre burlas y soberbia. Poco a poco la curiosidad se fue extendiendo.
Todos empezaron a preguntarse: ¿cuál es esa nueva verdad? ¿Qué nuevo mundo se abrirá ante nosotros?
Un gran profeta se irguió, entonces, entre el miedo y las tinieblas. Hablaba con palabras bien conocidas. Todos creían entenderlo, mas nadie osaba explicar lo que quería decir. Cualquier ejercicio de hermenéutica podría ser considerado una tergiversación malintencionada.
Un día el profeta dijo algo así: "La verdad está detrás de nosotros". Algunos miraron por encima de sus hombros, otros se giraron. El profeta sonrió.
"La verdad está en el pasado. La tuvimos, y no escucharon a quienes la vieron. La hemos despreciado. Pero la verdad sigue ahí. Busquemos lo que ya existía y saquémoslo de los sótanos en los que lo habíamos escondido".
Los próceres de la modernidad miraron al profeta con cara de estupefacción; algunos, escondidos entre el público como la verdad entre legajos polvorientos, sonreían.