lunes, 31 de agosto de 2020

La restauración del templo

      Los elegidos regresaron al punto en el que había tenido lugar la catástrofe. Contemplaron las ruinas del templo, se rasgaron las vestiduras, se arrodillaron, clamaron al cielo entre las lágrimas y los lamentos de las plañideras.

     Era necesario hacerlo así.

     Luego se incorporaron, improvisaron un pequeño altar, ofrecieron holocaustos, hicieron libaciones y proclamaron la llegada de un nuevo periodo.

     Porque así había que hacerlo.

     Sin más dilación, sin pausa para reflexiones innecesarias, comenzaron, piedra sobre piedra, a reconstruir el templo que la catástrofe había destruido. Y sería más grande, y más firme, y más poderoso.

     Como tenía que ser.

     Y nadie podría esta vez detenerlos. Y pisarían cabezas, y romperían dientes y quebrarían cráneos, si era necesario. Y crecerían en número, multiplicándose y desparramándose por todo el territorio. Y darían la vida por que así fuera.

     Así había sido establecido y así terminaría siendo, ya tuvieran que pasar años, décadas o siglos.