jueves, 11 de abril de 2024

La cola

     Llevaba en la cola tanto tiempo que casi había perdido la cuenta de los minutos, de las horas. ¿Qué hora era cuando se puso el último y comenzó su espera? Notaba los segundos caer, inclementes, como mazazos sobre su cabeza.

    Ponerse a la cola había sido un gesto de optimismo extremo, ahora lo veía claro. Era una cola larga, muy larga, pero tan bien formada que, no sabía muy bien por qué, tuvo la impresión de que iba a avanzar rápido.

    Ahora, varias horas después, las piernas comenzaban a fallarle y el dolor de espalda comenzaba a aparecer. Miró allá, a lo lejos, al horizonte, y divisó, al fondo, el punto de destino. Comenzó a sudar y sintió que se desmayaba.

    Solo se recuperó tras mirar hacia atrás. La cola, ahora monstruosa como la de un Leviatán, se extendía hasta el infinito, se perdía en perspectiva como un punto de fuga. Debían de ser cientos, miles. Formar parte de algo tan grande, tan largo, en este caso, le llenó de un sentimiento parecido al orgullo. Todos aquellos, los de atrás, estaban más lejos que él de acceder al objetivo.

    Si ellos no se quejaban, él tampoco lo haría.