martes, 20 de agosto de 2024

Sigue el camino marcado

    Cuando el orador concluyó su disertación, el público, enfervorizado, comenzó a aplaudir. Él se acercó a las masas, abrió los brazos y recibió el cariño de su público, siempre incondicional.
    "Sigue el camino marcado", oyó que decía una voz, indicándole un estrecho pasillo que, entre miembros de la seguridad, atravesaba la muchedumbre y se dirigía a la salida del recinto.
    El orador comenzó a descender. La gente trataba de saludarlo, de tocarlo, de encontrar en él algún tipo de respuesta por encima de los hombros de los agentes de seguridad que, a duras penas, luchaban por contener la pasión de la muchedumbre.
    Alguien se arrojó a abrazarlo, a besarlo. Él se detuvo, agarró una mano que se le acercaba, la apretó con firmeza, a modo de saludo.
    Entonces todo se descontroló. A esa primera mano le siguió otra, luego otra, luego una decena. Luego brazos, cuerpos que buscaban el contacto. El orador notó abrazos, empujones de la seguridad, que parecía perder la partida, apretones.
    Cuando quiso darse cuenta, había perdido pie, se encontraba debajo de un puñado de cuerpos que querían algo de él, su palabra, su amor, su aliento. Él notó que no podía respirar. Hasta el aliento iba a dar, en efecto. Todo por su público.