domingo, 29 de septiembre de 2024

Por qué

     Los augurios habían sido buenos. Excelentes, podría decirse. Todos y cada uno de los augures habían analizado el vuelo de los pájaros, las vísceras de un ternero sacrificado, los posos dejados en una copa de vino. Y todos los auspicios apoyaban la causa.

    Los videntes habían interpretado las señales, los oráculos nunca habían sido más claros, los sacerdotes principales de todos y cada uno de los templos habían bendecido la acción.

    Los astrólogos habían leído los cielos, las estrellas habían hablado con claridad, los numerólogos habían hecho cálculos y los hermeneutas y exégetas de las escrituras habían escudriñado hasta el último sentido de las palabras sagradas.

    Y todos, absolutamente todos, habían concluido que la acción era necesaria y el momento, el adecuado. Todos lo habían animado a atacar.

    Entonces, si los dioses estaban con él, si todo era como tenía que ser... entonces, ¿por qué?, se preguntaba, mientras una lanza le atravesaba el pecho irremisiblemente y mientras notaba cómo la vida se le iba, paso a paso, con cada aliento.