martes, 3 de septiembre de 2024

Un fiambre en mi ascensor

     Apareció así, de forma inesperada, en cuanto se abrieron las puertas. Estaba en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared. No fue difícil comprobar que se trataba de un cadáver. No había sangre, pero la palidez del rostro, la total inconsciencia y la ausencia de respiración fueron determinantes a la hora de establecer un diagnóstico.

    Era el primer cadáver que me encontraba en el ascensor del edificio. La situación me resultó desagradable. Tuve que entrar con cuidado para no tocar el cuerpo y dejar mis huellas impregnadas en él. Supuse que en el ascensor mis huellas ya estarían con anterioridad, así que no tuve reparo alguno en pulsar el botón del piso correspondiente.

    Me fijé en que el cadáver vestía de forma elegante, perfectamente trajeado. Parecía alguien importante.

    Salí del ascensor y me llevé un disgusto. Otro cadáver, muy similar al anterior, reclinado sobre la pared del pasillo.

    Empecé a mosquearme. Aceleré el paso y, con cierta inquietud, abrí la puerta del apartamento.

    Nada más entrar, me sorprendió encontrar, sentado en el sofá del salón, con la televisión encendida, un tercer cadáver, también elegante, también pulcro, también muerto.

    En ese momento comencé a preocuparme de verdad.