domingo, 15 de diciembre de 2024

La realidad y el deseo

    Pensó que no iba a pasar. Lo miraba y lo miraba. Y cuanto más lo miraba, más aumentaban las esperanzas de que no sucediera lo que se suponía que iba a suceder.

    Jugó todas sus bazas. Deseó muy, muy fuerte que la lógica, por una vez, no se impusiese. Tal vez, si lo deseaba con la fuerza suficiente, conseguiría alterar el orden esperado de los acontecimientos.

    ¿Puede un ser humano, solo con la mente, solo con el deseo, alterar la realidad? ¿Podrían muchos humanos, un número enorme?

    Por un momento, se le pasó por la cabeza la idea de que, si el deseo fuera capaz de modificar la realidad, la historia hubiera sido otra. Luego pensó que, en verdad, la historia de los seres humanos está hecha de deseos contrapuestos. La fuerza del deseo de unos frente a la fuerza del deseo de otros.

    Y así, claro, con un choque de fuerzas, de había manera.

    Parece que, entre elucubración y elucubración, dejó de desear de forma fehaciente y, cómo no, terminó por suceder lo que todos sabían que iba a terminar sucediendo.

    Lo asumió con serenidad, pensando que, en el fondo, ya lo sabía; de otra parte, no pudo evitar un sentimiento de rabia, una pena, muy en su interior, por la ilusión frustrada de modificar la realidad solo con el deseo. Hubiera estado bien.