miércoles, 8 de enero de 2025

La mirilla

     Encontró, sin pretenderlo, un pequeño agujero en una de las paredes exteriores de su casa. Llevaba más de diez años habitándola y, no obstante, no se había percatado de su existencia hasta aquel momento.

    Acercó el ojo y observó con atención, intentando comprobar si podía atisbar algo al otro lado. Los resultados de sus pesquisas, no obstante, superaron cualquier expectativa.

    A través del agujero, y mediante un efecto gran angular propio de las mirillas, podía contemplar el mundo entero sin ser visto.

    Se preguntó por la causa de la existencia en su casa de semejante maravilla, sin encontrarla. Decidió, pues, disfrutar de la posibilidad que se le ofrecía.

    Pasó horas y horas pegado a aquel mecanismo observando gentes, lugares, países, montañas y océanos inconmensurables. Se aficionó tanto que se olvidó del mundo que tenía a mano para centrarse en el que se le ofrecía a través de la mirilla. Además, desde allí podía observar sin ser observado.

    Hasta que un día se topó de bruces, en la pared de enfrente, la que solía tener a su espalda, otra mirilla, en este caso inversa. Concluyó que alguien, al otro lado, lo observaba a él. ¿Podía ser que alguien pasara su vida observando cómo él pasaba la suya observando el mundo a través de una mirilla?

    La idea le inquietó, pero no apagó el apego a su mirilla. Le daba igual el observador de la pared de enfrente. Probablemente, desde el otro lado, también el observador tenía a alguien que le observaba observándole a él: el observador del observador.