jueves, 23 de enero de 2025

Tiempo cambiante

     La lluvia lo ponía triste. O eso pensaba. También pensaba que los truenos lo irritaban, o que el sol le traía una alegría desbordante.

    Tuvo que prestar atención, mirar por la ventana al exterior, pero también mirarse a sí mismo, al interior, para valorar la posibilidad de que estuviera sucediendo exactamente de la forma contraria. Es decir, que no eran los factores climáticos quienes le provocaban un determinado estado de ánimo, sino que era su estado de ánimo el que determinaba el tiempo.

    Probó a ponerse triste, muy triste, y comenzó a llover; luego se enfadó, mucho, hasta que oyó truenos en lontananza; por último, la alegría trajo, de vuelta, el sol.

    Se sintió raro. Ahora que sabía que el tiempo dependía de él, sintió sobre sus hombros una pesada responsabilidad. El asunto lo agobiaba, lo ponía tenso. Pero la tensión traía fuertes rachas de viento que ya estaban provocando destrozos en la ciudad.

    Con tal sentimiento de culpa era difícil estar exultante de felicidad. Pero todos necesitaban unos días de sol y buen tiempo, así que apretó los puños y se obligó a ser feliz.