lunes, 13 de diciembre de 2021

Esa sonrisa beatífica

                Una vez conocí a un tipo que me contó que hubo una ocasión en la que, por unos instantes, se sintió en paz consigo mismo. No le creí, claro, supuse que más bien se había tratado de un momento de enajenación, de una pérdida temporal de la perspectiva, pero él insistió.

              Me contó que, en efecto, hubo un momento en el que, por las causas que fueran, y que él no lograba determinar ni reproducir, sintió que todo lo que había hecho hasta entonces tenía sentido, que su presente era pleno, que le gustaba lo que hacía, que su conciencia estaba limpia y que se encontraba perfectamente preparado para recibir lo que el futuro tuviera a bien proponerle.

              Ante mi creciente escepticismo, este tipo continuó contándome cómo, al ser consciente de la situación, su rostro dibujó una media sonrisa que ahora identificaba como un signo distintivo. "Esa sonrisa beatífica de quien está en paz consigo mismo", me dijo.

              Luego intentó que esa sonrisa perdurara para siempre, pero la mera intención se convirtió en inquietud y esa sonrisa se fue borrando, poco a poco, en cuestión de segundos. Desde entonces pretendía recuperarla, la buscaba, pero no había conseguido volver a encontrarla.

               Me dio pena, la verdad, el tipo.