domingo, 9 de enero de 2022

Dicen...

      - Dicen que lo tienes tú. Que lo has escondido para protegerlo. Igual sería el momento de sacarlo a la luz, ¿no?

     Al oírlo, levantó la vista.

     - Vamos a ver... somos amigos, ¿no? ¿Tú crees que yo te habría mantenido algo así en secreto?

     Eran amigos, sí. Lo habían sido durante años.

     - Por eso mismo me tomo la libertad de preguntarte. Por eso sospecho de ti y te lo digo abiertamente. Creo que lo tienes. Que siempre lo has tenido. Es un objeto valioso. Lo es para ti pero también lo es para mí. Es hora de que nos lo cedas, ¿no?

     El aludido frunció el ceño, pensativo.

     - No te entiendo. Dices que somos amigos, pero desconfías de mí; quieres ser sincero conmigo, e insinúas que miento; no tienes pruebas de nada, y me acusas.

     - Sé que lo tienes. Dámelo.

     - Eres estúpido, amigo mío. No sabes si lo tengo, y eliges la peor de las opciones. Si no lo tuviera, acabarías de envenenar con tu desconfianza nuestra amistad. Por nada. Porque si lo tuviera, si por casualidad lo tuviera, no solo no podría dártelo, sino que, dadas tus sospechas y acusaciones, tendría que matarte.

     El otro amigo, ahora, tragó saliva. Casi se atraganta con ella. Tosió un poco. El otro aprovechó la circunstancia para acercarse a él. Llevaba algo en la mano. No era el tan deseado objeto. Era algo brillante y afilado. Antes de recuperarse de la inoportuna tos, notó un pinchazo a la altura del estómago.