lunes, 12 de junio de 2023

La fotografía

    La fotografía. La maldita fotografía. Nunca me gustó y, sin embargo, allí la tuve, sobre el mueble del salón, cuidadosamente enmarcada, durante años.
    Se trataba de un retrato de juventud, junto a tres amigos, en una salida de fin de semana. Nos fuimos de campamento y senderismo. Regresamos antes de que anocheciera y allí, al pie de una hoguera, mientras hablábamos de cosas banales, alguien nos fotografió.
    No recuerdo cómo llegó a mí. Posiblemente se la pasaron a uno de mis amigos, y este hizo copias. El caso es que siempre me pareció inquietante. Todos sonreímos, sí, pero la luz crepuscular y el reflejo de las llamas en nuestros rostros nos dan un aspecto tétrico, en cierto modo.
    Imaginen, pues, mi disgusto cuando, a los pocos días de recibirla, vi con asombro que mi figura había desaparecido de la fotografía. Como lo oyen. Allí estaban mis amigos, los tres solos. Lo achaqué a la calidad de la fotografía, o al revelado, o al mero hecho de que la humedad estuviera dañando los colores.
    Pero al día siguiente mi imagen había regresado, nítida y clara, adonde siempre había estado.
    Desde entonces, aquella fotografía no deja de jugar conmigo. Intenta volverme loco, poniendo a prueba los límites de mi cordura. Unas veces, desaparezco; otras, me muestro nítido; incluso en ocasiones mi figura aparece pero en posiciones diversas, más lejos, o más cerca, o asomando los ojos por un lateral, o tumbado en el suelo.
    Creo que mi yo de la fotografía me está mandando un mensaje. Lamentablemente, sigo sin descifrarlo. Y ya han pasado años.