martes, 11 de julio de 2023

La identidad del asesino

    Ser escritor tiene estas cosas. A veces, los personajes se te rebelan.
    El otro día fue el asesino de mi novela. Que no quería ser asesino de nadie. Que le parecía cruel, que por qué tenía que ser él, que todos le iban a odiar.
    "Pues claro que te van a odiar", le dije. "Eres el asesino, maldita sea".
    Y él erre que erre con la cantinela, que no quería ser el asesino, que le diera a otro el papel de malo, que él era una buena persona.
    Así que decidí matarlo. Por pesado.
    Lo hice caer por un terraplén, con su vehículo, en extrañas circunstancias. Tal vez un cable de freno roto, por qué no.
    El caso es que ya está muerto.
    Esto tiene distintas consecuencias.
    En primer lugar, ya no será el asesino. Espero que esté contento, allá donde esté, allá donde vayan los personajes de novela que mueren durante el transcurso de la trama.
    En segundo lugar, le he puesto otra etiqueta. Ahora no es el asesino, es la víctima, claro. Eso sí, como ya está muerto, no se me ha quejado.
    Por último, y en tercer lugar, sucede que tengo que buscar otro asesino. La novela debe continuar.
    Ya estoy viendo caras recelosas en el resto de personajes. Los que quedan vivos. Espero que no empiecen a darme la tabarra ellos también.