- Si tuvieras que elegir a alguien, dime: ¿A quién matarías primero?
La verdad es que, con amigos así, uno no puede nunca fiarse del todo. Me lo preguntó tan pancho, como quien no quiere la cosa, con unas pintas de por medio, un cigarrillo en la mano izquierda y Muse sonando a toda hostia en el garito.
- Sí, hombre -respondió tan ufano-. - Se trata de empezar por ahí para terminar convirtiéndose en asesino en serie, claro...
Cuando dijo esto último, elevó tanto el tono de voz que algunos de los circundantes, pese a Muse, se giraron para mirarlo. A él parecía darle igual.
- Sí, ya sabes, asesinatos con clase, con elegancia, nada sucio ni desproporcionado...
Me pregunté cómo podía ser proporcionado un asesinato, pero me ahorré la formulación de la pregunta en voz alta, temiendo la posible respuesta. Él me miraba, a la espera de una reacción por mi parte. Yo empecé a tener ganas de acabarme la pinta y largarme de vuelta a casa. Y a desear que su elección para su primer crimen no fuera yo...
- Sí, sí, claro. Una novela. Una novela, por supuesto.
Entonces, mientras le daba un trago a la cerveza, me miró de una forma que me hizo estremecer. Dijo que me mantendría informado de los avances de la novela. Muse había dado paso a Franz Ferdinand.
Desde aquella noche miro la prensa en busca de sucesos escabrosos en la ciudad pero, sobre todo, cierro bien mi puerta con llave y miro a un lado y a otro cuando camino por la calle. Por si a mi amigo le da por venir a contarme su novela...