jueves, 8 de mayo de 2025

Veinte años no es nada

     Una lágrima se asomó a su ojo, se lanzó al vacío y cayó por su mejilla mientras leía las últimas palabras de aquel texto conmovedor. Era tan épico y tan apasionado que le parecía increíble no haberlo leído en veinte años.

    Lo había encontrado en un cajón olvidado en cuyo interior el tiempo se había detenido dos décadas atrás. Ni recordaba cómo habían llegado hasta allí aquellas páginas, ya amarillentas.

    Luego el relato se fue apoderando de él, conmoviéndole, transportándole a lugares que ya había olvidado y que ahora, en su mente, se representaban diáfanos y relucientes.

    Cuando terminó, aún con los ojos húmedos, buscó comprobar el nombre del autor de aquel texto, y confirmó lo que ya sospechaba, pero no conseguía llegar a creer.

    El autor del texto era él, él mismo, un "yo" particular que existió en el pasado y que ahora volvía para recordarle que por más que cambiemos siempre hay algo, allí, en lo más profundo, que permanece eterno.

    Recordó al joven que había escrito aquellas palabras, y las lágrimas volvieron a caer, nostálgicas.